¿Cuáles son las características de un plan de hosting?
Ancho de banda
El ancho de banda es una característica un tanto engañosa de los planes de hosting de Argentina, en el sentido de que, a menudo, se nos ofrece un ancho de banda “ilimitado” y es necesario comprender lo que esto significa para poder calcular nuestras necesidades reales de forma precisa.
Podemos definir el ancho de banda como la cantidad de datos que podemos transmitir a los visitantes de nuestro sitio web durante un determinado período de tiempo. Esto es sencillo de comprender con el símil de un grifo de agua y el diámetro de salida del mismo: a mayor diámetro, mayor volumen de agua —es decir, mayor número de internautas pueden visitar nuestra web e interaccionar con ella simultáneamente.
Sin embargo, los servidores poseen, a grandes rasgos, un diámetro de tubería determinado e inamovible —más allá de mejoras físicas que, en realidad, también poseen un tope. Cuando los proveedores nos prometen un ancho de banda ilimitado, suelen referirse —de hecho, suelen definirlo específicamente en su pliego de condiciones— a que no se impondrán restricciones sobre el ancho de banda del servidor, es decir, que podremos utilizarlo al máximo. Lo que no significa, definitivamente, es que tengamos un ancho de banda infinito; en cualquier caso, cuando mayor sea nuestro ancho de banda y cuantas menos restricciones se impongan sobre su uso, menos problemas tendrá nuestro negocio en línea en ocasiones de tráfico intenso —algunas de ellas tan previsibles y paradigmáticas como el famoso viernes negro o Black Friday.
Espacio en disco
El concepto de espacio en disco de un servidor es exactamente el mismo que para un ordenador o cualquier dispositivo electrónico de uso personal; su rasgo más importante es que es limitado. Contrariamente al dicho “El saber no ocupa lugar”, la información digital ocupa un espacio virtual determinado. De hecho, solemos hablar también del peso de los archivos para referirnos a su volumen en disco —la física de lo virtual no es tan distinta de la real.
Cuando diseñemos un sitio web, habrá una serie de elementos que mostremos a nuestros visitantes: una cierta cantidad de texto, un logotipo, imágenes diversas —o incluso contenidos interactivos como tablas o bases de datos. Todos estos archivos deben estar almacenados en el servidor de nuestro servicio de hosting en Argentina, que nos cobrará una suscripción más costosa cuanto mayores sean nuestras necesidades de espacio en disco.
Por ello, debemos asegurarnos de que todos los contenidos que archivamos en el disco duro del servidor sean relevantes y formen parte integral de nuestra web; lo contrario —por ejemplo, querer usar nuestra cuenta de hosting para almacenar las dos mil fotos de nuestra boda— acarreará repercusiones. En ciertos países es incluso ilegal hacer ese uso de los servicios de alojamiento web, por no mencionar que nuestro proveedor podría penalizarnos con un menor ancho de banda como castigo al uso ilegítimo de sus servicios o, directamente, cancelar nuestra cuenta.
Certificado SSL
Lo que más necesitas saber del certificado SSL es que, si tu sitio web está dedicado al comercio en línea y es plataforma para transacciones económicas —principalmente, mediante tarjeta crédito—, vas a necesitarlo —lo quieras, o no.
El por qué es simple: los certificados SSL gratis cumplen una doble función:
a) Nos comunican la identidad de quien compra nuestros productos o servicios, desde sus estatutos fundacionales a fotografías recogidas en servicios gubernamentales. Esa confirmación identitaria, unida al establecimiento de una conexión encriptada con nuestro cliente, reduce al mínimo la posibilidad de fraude o de interceptación de los datos intercambiados por parte de terceros
b) Nuestro cliente obtiene ventajas similares: sabe quiénes somos nosotros, y que nosotros somos realmente nosotros (y no un sitio de phishing o similar treta ideada por los hackers). El que nuestro sitio web posea un certificado SSL incrementa enormemente nuestra fiabilidad a ojos de potenciales clientes, mientras que su ausencia origina un efecto igualmente potente, pero de signo contrario: nadie se atreverá a realizar transacciones en nuestro sitio web si no ve el consabido símbolo del candado al inicio de la barra de direcciones de su navegador.1
Dominio
Cada ordenador conectado a internet posee un identificador único denominado dirección IP. Este identificador tiene una forma poco manejable para los internautas, del tipo: 987.978.04.345. Si imaginamos que cada uno de los sitios web que visitamos mientras navegamos por la red posee un identificador semejante y único, es fácil darse cuenta de que manejarse con ellos sería una tarea solo al alcance de un replicante —los humanos sintéticos del universo de Philip K. Dick.
Para posibilitar el uso de internet tal y como lo conocemos hoy en día, se crearon los dominios: nombres, en el sentido más humano de la palabra, que podemos idear a nuestro antojo y a los que podemos asignar una terminación del tipo: .website, .net, .co, etc. Por ejemplo, la zapatería de Charo podría tener una página web cuyo dominio fuese “charoshoes.es”.
Un factor restrictivo es que los dominios más intuitivos y concisos probablemente estarán registrados a nombre de otra empresa o usuario. La red lleva funcionando ya varias décadas y, en ese tiempo, la competencia por hacerse por un dominio impactante o fácil de recordar ha sido feroz. Además, conviene tener presente que los nombres de dominio deben renovarse periódicamente, o perderemos nuestros derechos sobre ellos.
Disponibilidad
De poco sirve que nuestro sitio web esté exquisitamente diseñado desde un punto de vista estético, o que proveamos un servicio realmente útil y de calidad, si nuestros contenidos no están disponibles de forma fiable. Precisamente, fiabilidad es otro de los nombres para referirnos a la disponibilidad.
La disponibilidad suele medirse como el número de horas que un sitio web está en línea a lo largo de un año. Este número deberá —idealmente— acercarse a un 100 % de las horas potenciales tanto como sea posible. Sin embargo, todos quienes utilizamos las redes sabemos por experiencia que, a pesar de todos los cuidados y precauciones, las redes terminan por caerse, tarde o temprano.
Además de los imprevistos, hemos de considerar que tanto los servidores como sus aplicaciones y bases de datos requieren de un mínimo mantenimiento que ha de realizarse fuera de línea. Como resultado de ambas circunstancias, es imposible garantizar una fiabilidad del 100 %.
Ello no significa que no haya proveedores que prometen precisamente eso: la disponibilidad absoluta. En tales casos, recomendamos preguntar al proveedor sobre los detalles de su infraestructura, que tendrán que estar solo un poco por debajo de la necesaria para sobrevivir a un holocausto nuclear… ¿Exageramos? Quizás. Levemente. La cantidad de redundancias del sistema necesarias para garantizar una disponibilidad continuada, la inversión en equipos para montar un centro de datos, contar con personal cualificado para la administración de los sistemas, o unos estrictos protocolos de acceso, convierten las instalaciones de los proveedores que prometan una disponibilidad absoluta en lugares donde Tom Cruise tendría problemas para colarse.
Así pues, nuestro consejo es optar por garantías más realistas, siempre por encima del 99,95 %. Si una de las empresas de hosting es honesta con nosotros en sus planteamientos, es más probable que puedan satisfacer en la práctica nuestras pretensiones. Consideremos, además, que si Google estima que nuestra fiabilidad es deficiente, nos defenestrará en las listas de resultados —damnificando, irremisiblemente, nuestro volumen de negocio.
Pero no se preocupe, probamos el mejor servicio de hosting en Argentina usando UpTimeRobot y registramos un 99.98%.
Velocidad de carga
La velocidad de carga, es decir, el tiempo que les lleva a nuestros contenidos desplegarse a ojos del internauta y permitir la interacción con el mismo, es un factor crucial a la hora de decidirse por un plan de hosting. La velocidad de carga probablemente sea la que moldea en mayor medida la experiencia de usuario de nuestros clientes y visitantes: una experiencia ágil nos granjeará una valoración positiva, pero que no será siquiera comparable al impacto devastador que nos acarreará un sitio web lento y de interactividad mermada.
No se trata únicamente de la experiencia de usuario, sino de la tasa de conversión monetaria —cuántas de nuestras visitas se traducen en una compra o un retorno económico— y del hecho de que los visitantes de nuestro sitio web podrán recurrir a servicios similares en otros sitios que ofrezcan una mejor respuesta. Por supuesto, Google, celosa de garantizar una buena experiencia a sus usuarios, tendrá muy en cuenta la velocidad de carga de nuestro sitio web a la hora de posicionarlo.
En nuestras pruebas con GT Metrix, medimos la velocidad de carga del mejor servicio de hosting de Argentina en 1.0s. Increíble.