¿Cuáles son las características de un plan de hosting?
Ancho de banda
El ancho de banda se corresponde con el número de usuarios que pueden descargar simultáneamente en sus dispositivos la información necesaria para acceder a nuestro sitio web tras establecer una conexión con el servidor que lo aloja.
Prever cuánto ancho de banda vamos a necesitar requiere de un análisis cuidadoso. Es uno de los factores más difíciles de calcular, debido a los picos de tráfico que puede experimentar nuestra web, ya sean previsibles y estacionales, o súbitos e imprevisibles.
Si estás familiarizado con los juegos en línea, habrás oído hablar, recientemente, del lanzamiento de World of Warcraft: Classic. Ha tenido tanto éxito que los jugadores han colapsado los servidores durante las primeras semanas, con decenas de miles de jugadores intentando acceder al mismo tiempo, e incluso han tenido soportar colas de siete u ocho horas hasta estar en línea.
Este comportamiento, sin embargo, es exactamente lo opuesto a lo que quieres que suceda con tu sitio web: a menos que regales lingotes de oro, nadie va a querer hacer cola para acceder a tu servidor. Es más: en la mayoría de los casos, solo tienes unos pocos segundos antes de que un cliente en potencia decida buscarse las castañas en un sitio que funcione mejor que el tuyo.
La moraleja es: escudriña bien los paquetes de hosting y el ancho de banda real que ofrecen. Un ancho de banda insuficiente será la soga que estrangule tu negocio —paradójicamente— en tus momentos de mayor éxito.
Espacio en disco
El cálculo de nuestras necesidades de espacio en disco es relativamente sencillo. Hemos de tener en cuenta que ese espacio debemos dedicarlo exclusivamente a los elementos —imágenes, textos, archivos de cualquier tipo, bases de datos— integrales de nuestro sitio web, es decir: aquello que este requiere para funcionar y que el usuario debe descargar en su ordenador. Desde esta premisa, es fácil prever cómo crecerán nuestras exigencias de espacio en disco cuando rediseñemos o ampliemos nuestra plataforma en línea.
Un término concomitante a este apartado es el de las SSD o unidades de estado sólido. No son, ni mucho menos, una novedad, pero no es menos cierto que muchos servidores —por antiguos o por ser de gama más baja— no las incluyen por defecto. La velocidad a la que operan es varias veces superior a la de los discos duros tradicionales, de modo que merece la pena optar por ellas.
Certificado SSL
Un certificado SSL (Secure Socket Layer en inglés, “capa de conexión segura” en español) consiste en un pequeño archivo que se intercambia entre las partes participantes de una transacción en la red y contiene información que verifica la identidad de estas. De esta forma, tanto clientes como empresas tienen la seguridad de que no incurren en una operación fraudulenta.
Mediante el SSL, se cifra la conexión y los datos se ocultan a ojos de terceros. Si tenemos un negocio en línea, de la naturaleza que sea, tener un certificado SSL es prácticamente obligatorio para gozar de la confianza de nuestros clientes. De hecho, muchos antivirus nos impiden acceder siquiera a cualquier sitio web sin SSL o cuya verificación resulte dudosa.
Dominio
Cuando nace un hijo, suelen sucederse debates más o menos intensos en el seno familiar para determinar cómo se va a llamar el niño (o la niña): ¿se llamará Kevin Kostner de Jesús, en honor al actor favorito de mamá? ¿O Segismundo, como el abuelo de papá? En lo que hay menos debate es en cuál será su número del carné de identidad: sencillamente, no está en nuestras manos.
El nombre de los sitios web se conoce como dominio, p. ej., elcorteingles.es. El dominio será también, simultáneamente, la dirección donde los internautas podrán acceder al sitio. Es decir: es un doble identificador. Triple, en realidad, dado que ese mismo dominio tendrá asociada una dirección IP: una larga cadena numérica que se emplea para identificar dispositivos y ubicaciones en la red. Un dominio es, a la vez, nombre, dirección y DNI.
Algo en lo que nombres y dominios sí difieren fundamentalmente es en el hecho de que muchísimas personas distintas pueden compartir el mismo nombre; los dominios, por contra, son únicos. No existen dos dominios iguales.
Disponibilidad
Desde un cataclismo, a uno de eso temidos ataques de denegación de servicio: hay muchos motivos imprevisibles por los que pueden caerse una red o un servidor. También los hay previsibles y programados: mantenimiento de equipos, bases de datos o actualizaciones de software. El caso es que no es posible garantizar que nuestro sitio web va a estar accesible el cien por cien del tiempo.
Ese tiempo, las horas anuales en que sí esté en línea, se conoce como disponibilidad. Una disponibilidad absoluta es la quimera que persiguen tanto los proveedores de hosting como sus clientes; pero, incluso aunque nos encontrásemos una lámpara mágica en la arena y, tras frotarla, le pidiésemos al genio una fiabilidad del 100 % para nuestro sitio web, hasta este ser sobrenatural se reservaría un margen de error. Por ello, si te encuentras una lámpara mágica, te recomendamos fervientemente que pidas cualquier otro deseo.
Ya hablando en un plano más realista, si un proveedor nos garantiza una disponibilidad del 100 %, debemos emplear el escepticismo como método y pedir que nos guíen por los entresijos de la infraestructura necesaria para asegurar tal porcentaje —poco alejada del nivel de seguridad de un silo de misiles. Extensas redes de servidores redundantes y geográficamente distantes, regulación de los flujos de aire, de humedad y temperatura, múltiples generadores eléctricos de emergencia, matrices de discos duros, y un larguísimo etcétera… Solo para empezar a hablar.
Sea como fuere, una empresa de hosting que nos garantice una fiabilidad del cien por cien nos recuerda, ominosamente, a la temeridad del capitán del Titanic. Es mejor reducir unas centésimas nuestras expectativas y centrarnos en cifras por encima del 99,95 % —disponibilidades que sí son alcanzables de forma consistente.
Velocidad de carga
La velocidad de carga es un factor crucial para un sitio web. La rapidez con la que transmite sus elementos al usuario y este puede ver en su pantalla una página perfectamente formada, interactiva y ágil es proporcional al número de clientes potenciales y al beneficio que obtendremos de sus visitas.
No es solo un tema de comodidad, o de tiempo, sino también de fiabilidad. Si cada vez que navegamos por las páginas de un sitio web tenemos que esperar una eternidad (y, en los tiempos que corren, una eternidad son tres segundos), podremos ser presa de la ansiedad y desistir.
Pensemos en esas páginas de transacciones de las aerolíneas y en las dudas que nos generan cuando hacemos clic en un botón que nos alerta de no pulsarlo dos veces para no efectuar un doble pago… pero, tras diez segundos, aún no sabemos si la transacción se ha llevado a cabo o no. Ciertamente, no es una experiencia de usuario satisfactoria, y puede hacernos perder clientes de modo instantáneo. Peor aún: puede enviarlos, en el futuro, directamente a nuestra competencia.
Así lo entiende también Google, que castiga duramente la parsimonia en la carga de los sitios web, relegándolos en los resultados de búsqueda. Pensemos que no son solo nuestros propios elementos los que necesitan cargarse; también cosas como los certificados SSL, los scripts de los anuncios en línea, etc. —todo se vuelve en nuestra contra si nuestro hosting no aporta la agilidad necesaria.